Dra. Leire Andraka. Especialista en Cardiología en la Clínica IMQ Zorrotzaurre y el Centro IMQ Colón
Conocer la función de estas lipoproteínas y controlar sus valores ayuda a prevenir enfermedades cardiovasculares
Actualmente existe una gran cantidad de información poco fiable en torno al colesterol bueno y malo, tan vinculados ambos a nuestro bienestar. Para empezar, no todo el colesterol bueno es saludable, así como tampoco debemos alarmarnos en exceso si nos detectan colesterol malo por encima de los niveles recomendados.
No conviene olvidar tampoco que este lípido tiene numerosas atribuciones positivas para el organismo, ya que desempeña un papel protagonista en la formación de las células, la síntesis de hormonas sexuales, la creación de cortisol, la producción de vitamina D y sales biliares y en la digestión de las grasas. Lo realmente perjudicial es mantener en el tiempo unos niveles de ambos fuera de lo recomendable en términos de salud.
Dos de los aspectos que suelen generar confusión son sus nombres ‘científicos’ y sus funciones naturales. El colesterol bueno son lipoproteínas de alta densidad, conocidas por las siglas en inglés HDL (High Density Lipoproteins), que transportan el exceso de esta sustancia al hígado para que sea metabolizado y destruido. El LDL (Low Density Lipo-proteins) o colesterol malo debe esta denominación a que es el que se acaba depositado en la pared de las arterias y forma placas, obstrucciones y otros problemas, con el consiguiente riesgo cardiovascular que esto supone (arteroesclerosis, infarto...). El peligro aumenta si se dan de forma conjunta hipertensión, obesidad y diabetes, lo que se conoce como síndrome metabólico.
Niveles
Aclarado este punto, la siguiente duda se centra en conocer cuáles son los niveles adecuados de estas lipoproteínas. El colesterol total debe estar por debajo de los 200 mg/dl. Por encima de 240 mg/dl, las probabilidades de sufrir un infarto se duplican. Las cifras ideales del HDL o bueno tienen que superar los 35 mg/dl en el hombre y 40 en la mujer. El LDL o colesterol malo se considera normal si está por debajo de 116 mg/dl y tirando a alto de 116 a 130 mg/dl. En caso de asociarse más factores cardiovasculares, éste se debe mantener por debajo de 100 y si ya se ha sufrido algún percance coronario, no podrá ser superior a 55 mg/dl.
Para afrontar con una cierta tranquilidad los análisis de sangre, los expertos coinciden en seguir una rutina de hábitos saludables, entre los que destacan los relativos a la alimentación: aumentar el consumo de verduras, frutas, legumbres, frutos secos, semillas, cereales integrales y aceite de oliva; consumir pescado azul al menos tres veces por semana; suprimir o reducir al máximo la ingesta de grasas saturadas, y optar siempre por productos lácteos desnatados. Vigilar el peso, evitar o limitar el alcohol y el tabaco y realizar ejercicio de manera regular también tienen un efecto positivo en los niveles de colesterol.